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Guía de China

China: La herencia milenaria del Imperio del Centro

Introducción

Introducción China Resumir en unas pocas líneas las características de un territorio tan rico y complejo desde el punto de vista geográfico, étnico, histórico, administrativo y cultural es, qué duda cabe, una tarea casi imposible. Un auténtico trabajo de chinos, y nunca mejor dicho. Ante esta evidencia, quizás lo más recomendable sea refugiarse en la contundencia de las cifras: con una extensión de 9,5 millones de km2 (similar a la de todo el continente europeo), más de 1.370 millones de habitantes (que representan el 20% de la población mundial), 56 grupos étnicos y una cincuentena de variedades lingüísticas reconocidas (entre ellas el mandarín o putonghuà, idioma oficial del país y lengua habitual de 836 millones de personas), la República Popular China constituye un fascinante mosaico de diversidad que merece ser descubierto y paladeado sin prisas.

La vastísima extensión de sus territorios, que comparten frontera con un total de 14 estados (Afganistán, Bután, Birmania, India, Kazajistán, Kirguistán, Laos, Mongolia, Nepal, Corea del Norte, Pakistán, Rusia, Tayikistán y Vietnam), da paso a una enorme diversidad climática y paisajística. Así, no es de extrañar que en Zhongguó (el nombre en mandarín de China, cuyo traducción sería ?País del Centro?) confluyan lugares tan dispares como la meseta tibetana y la cordillera del Himalaya, en el sudoeste; el valle de Tarim ?que alberga los desiertos de Takla Makan y Dzungaria y los montes de Altái?, en el noroeste; los bosques tropicales de la provincia de Yunnan y la isla de Hainan, en el sur, o los valles del Huan He y del Yanzi, cuyas aguas irrigan buena parte del gigante asiático. Ante tal disparidad, y en un intento de simplificación, se puede afirmar que el país destaca por presentar temperaturas elevadas en el sudeste y el noroeste, moderadas en el noreste y bajas en el suroeste. Paradójicamente, sólo una décima parte del país es apta para la agricultura, aunque este sector siga representando el principal motor económico de un territorio cuyo PIB crece en torno al 10% anual y que está a punto de convertirse en la segunda potencia mundial.

Mención aparte merece su intensa historia y su generoso legado arquitectónico y cultural, derivado no sólo de su diversidad religiosa (dominada por el budismo mahayama, el taoísmo y el confucianismo), sino también diversos milenios de andadura. Su acervo arranca en tiempos de la primera dinastía documentada, la Shang (1600-1046 a.C.), período al que corresponden los textos chinos más antiguos de los que se tiene noticia (ca. 1250). Tras la unificación del país en el año 221 a.C. a manos del primer emperador, Shi Huang Ti (iniciador de la dinastía Qin, término del que procede la palabra ?China?), se abrió un período de expansión geográfica a manos de la dinastía Han (206 a.C.-221 d.C.), que precedió a un período de desunión de 350 años. La llegada de los Sui al poder permitiría aunar nuevamente los diferentes reinos e iniciar un nuevo período de pujanza durante la dinastía Tang (618-907), a la que siguieron los gobiernos Song (960 a 1279), Yuan (1279-1368), Ming (1368-1643) y Qing (1643-1911). Tras la deposición del último emperador, Pu Yi, y la instauración de la República en 1911, la historia reciente de China ha sido convulsa, especialmente durante la primera mitad del siglo XX, en la que tuvieron lugar la segunda guerra sino-japonesa (1937-1945) y la guerra civil (1946-1949), que culminó con la llegada del Partido Comunista, formación que ya suma más de seis décadas en el poder. La muerte de su líder en 1976, Mao Zedong, y la irrupción del aperturista Deng Xiapoing marcaría el inicio de un extraordinario período de crecimiento que ha convertido a China en una de las protagonistas indiscutibles de la economía y la geopolítica del siglo XXI.

Para visitar el país no se precisa ninguna vacuna, aunque es recomendable la del cólera si se desea acceder a determinadas áreas rurales. El único requisito indispensable es disponer de un pasaporte con una vigencia mínima de seis meses y tramitar el visado. Éste se expide tanto en la Embajada de China en España (C/ Arturo Soria, 142, Madrid) como en el Consulado General (Av. Tibidabo, 34, Barcelona). El visado turístico tiene una validez de un mes natural desde el día de entrada al país, aunque debe utilizarse durante los tres meses posteriores a la fecha de expedición. El plazo de tramitación es de cinco días hábiles, aproximadamente. Aunque el visado ha de solicitarse de manera presencial (ya sea la persona interesada u otra que ésta designe), algunas agencias ofrecen la posibilidad de asumir las gestiones pertinentes.

En la actualidad, es fácil encontrar vuelos a China que enlazan las principales ciudades españolas con Pekín, Hong Kong y Shanghái, haciendo escala en algún aeropuerto europeo (como el de Ámsterdam o Frankfurt). Por lo demás, casi todas las provincias del gigante asiático están perfectamente conectadas por vía aérea, gracias a los numerosos vuelos internos en China. En cuanto a los hoteles en China, el viajero no tendrá ningún problema para encontrar alojamiento, dado que la oferta como la relación calidad-precio resulta bastante atractiva. A su vez, el auge del turismo nacional ha acrecentado la red de establecimientos destinados a ciudadanos chinos de clase media y acomodada. Éstos tienen tarifas más bajas que los hoteles europeos, aunque son igual de confortables y ofrecen una esmerada atención al cliente.

La moneda nacional es el yuan (un euro equivale a unos 8,4 yuans), y puede obtenerse fácilmente en aeropuertos y en los principales hoteles de China.

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