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Guía de Capitales Bálticas

Capitales Bálticas: Con sabor a cuento de hadas

Introducción

Introducción Capitales Bálticas Quizás porque sus nombres quedaron eclipsados bajo la etiqueta de la URSS durante décadas. O tal vez porque el desconocimiento suele empujar al viajero del sur de Europa a optar por destinos más cercanos. Quién sabe. En cualquier caso, resulta innegable que las tres repúblicas bálticas, Estonia, Letonia y Lituania, suman a la excepcional belleza de sus respectivas capitales el factor sorpresa. Y es que pocos son los viajeros que alcanzan sus ciudades sabiendo hasta qué punto les impresionarán sus rincones preñados de historia.

Las tres capitales bálticas, surgidas al calor de la Baja Edad Media y de su floreciente actividad comercial, comparten numerosas afinidades históricas, aunque cada una exhibe sus propias características. En el caso de Tallin, la principal localidad de Estonia, sus orígenes se remontan al año 1219, momento en la que fue fundada por los daneses. Tras la conquista sueca (1581), todo el país pasó a ser territorio ruso en 1721. Habría que esperar casi dos siglos, hasta el final de la Primera Guerra Mundial, para que los estonios obtuvieran la independencia en 1918, que acabarían perdiendo en tiempos de la URSS y que recuperarían en 1991. Aunque en la actualidad Tallin posee un puerto de primer nivel y alberga un activo centro industrial, si por algo destaca es por sus imponentes edificios, testigos mudos del esplendor medieval de esta población. Recorrer su casco antiguo es un auténtico regalo para cualquier recién llegado, y una inmejorable oportunidad de realizar un viaje en el tiempo cargado de matices.

Algo similar ocurre con la cautivadora capital letona: Riga, considerada como la ciudad más grande y cosmopolita de todos los países bálticos. Situada sobre la ribera occidental del río Dvina, este importante centro comercial y puerto industrial fue fundado en 1223, antes de convertirse en sede diocesana en 1253 y de ingresar en la poderosa Liga Hanseática en 1282. Anexionada a Polonia en 1561, pasó a manos de Suecia en 1621 y, en 1710, a las de Rusia. Capital de la República independiente de Letonia entre 1919 y 1940, fue ocupada en numerosas ocasiones por los alemanes en el transcurso de las dos Guerras Mundiales, antes de pasar a ser la capital de la república socialista de Letonia dentro de la URSS. Hoy, Riga combina una gran riqueza histórica y arquitectónica con una innegable vitalidad cultural, así como algunos edificios modernistas dignos de ser paladeados sin prisas.

Tampoco hay que olvidar la capital lituana, Vilnius. Situada en una región de colinas y junto al río Neris, esta urbe es heredera de una historia que se remonta a 1230, cuando el príncipe Mindaugas creó el primer estado lituano. No obstante, habría que esperar hasta 1323 para que Guedimín la transformara en la capital del país. Arrasada por los caballeros teutónicos en 1377, fue reconstruida posteriormente y convertida en la sede de un obispado. Ya en 1920, y gracias al acuerdo de Suwalki, fue atribuida a Lituania, antes de ser arrebatada por el general polaco Zeligowski ese mismo año. Pertenecería a Polonia hasta la llegada de los soviéticos en 1939, pasando posteriormente a manos de los alemanes hasta la expulsión de éstos (1944). Actualmente, Vilnius cuenta con una importante universidad, un arzobispado católico y una notable oferta cultural, así como algunos edificios barrocos de enorme interés.

La mejor época para descubrir cualquiera de las capitales bálticas es entre los meses de mayo y octubre, ya que las condiciones climáticas son más favorables en estas fechas (se trata de meses en los que no acostumbra a hacer frío). Sin embargo, si la visita tiene lugar durante el invierno, la sugerente imagen de cualquiera de estas ciudades cubierta por un manto de nieve justifica el viaje por sí sola. Si se viaja a Estonia, el visitante tendrá la comodidad de poder utilizar el euro, ya que el país lo adoptó el 1 de enero del 2011 en sustitución de la corona estonia. En Letonia, la moneda de curso legal es el lat (uno se cambia por 1,42 euros), y en Lituania, el litas (3,45 litas equivalen a un euro).

En cualquier caso, el hecho de que estas tres repúblicas ingresaran en la UE en el año 2004 simplifica los trámites de la visita —a los ciudadanos españoles les basta con el DNI o un pasaporte en vigor— y pone al alcance de todos uno de los secretos mejor guardados de la vieja Europa

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