La mayor encrucijada de culturas históricas
Cuando llegamos a
Estambul y empezamos a pensar qué visitar, se
nos presenta un problema: ¿por dónde comienzo a ver todo lo que esta
ciudad tiene para ofrecer? Como hay que decidirse por algo vamos a
empezar por el centro de la ciudad, donde se ubican los edificios más
conocidos y célebres. La
Mezquita Azul
destaca en esta zona por su belleza
y su estilizada construcción; su nombre deriva del intenso color de los
mosaicos que recubren sus cúpulas. Edificada en el siglo XVII, es la
única mezquita de Turquía con seis minaretes. La entrada es gratuita
aunque se aceptan pequeñas donaciones para su mantenimiento. Aviso a
navegantes: al igual que en el resto de las mezquitas, hay que entrar
descalzos y con un pañuelo sobre la cabeza.
Frente a la
Mezquita Azul podemos encontrar dos de los hitos arquitectónicos e históricos de Estambul:
Santa Sofía (Aya Sofia)y el
Palacio Topkapi. .
Es una de las cumbres del arte y la arquitectura bizantinos, y su
cúpula fue durante siglos la más grande del mundo. Cuando fue erigida
(en el siglo XII) comenzó siendo una catedral cristiana; después pasó a
ser mezquita, y actualmente es un museo. El interior de Santa Sofía es
impresionante, debido al recubrimiento de mosaicos con lámina de oro de
las paredes, que con la luz procedente del exterior dan origen a una
iluminación espectacular. El otro punto de referencia del centro de
Estambul es sin duda el
Palacio de Topkapi,
una gran construcción del siglo XV edificada para ser la residencia de
los sultanes del imperio otomano. Hoy día es también un museo. En el
Palacio puede visitarse la zona del Harén y la
Cámara del Tesoro,
donde se ubica una serie de museos que contienen maravillas como el
sarcófago de Alejandro o grandes colecciones de cerámica, antigüedades y
alfombras.
Otro bellísimo palacio (en este caso más moderno) es el
Palacio Dolmabahce,
del siglo XIX. Un consejo: para visitarlo conviene ir muy temprano y
así evitar las largas colas de turistas. Su ubicación a orillas del
Bósforo es una de sus bazas fundamentales, así como su grandiosidad.
Destinado en principio a alojar a los ilustres huéspedes de los
sultanes, también cuenta con su zona destinada al Harén, donde residían
las esposas, la madre y las concubinas (y en algunos casos, concubinos)
de los invitados.
Además, en
Estambul también merece la pena descubrir lugares como el
Hipódromo Romano, la maravillosa Cisterna Basílica del siglo VI d.C.
, la fortaleza de Rumeli Hisari
(s. XV), la Mezquita de Solimán el Magnífico (s. XVI), la iglesia de
San Salvador de Chora (s. XII), el Museo Arqueológico y la
Torre Leandro
(s. XII), que sólo puede visitarse llegando a ella en barco. Y para
obtener las mejores vistas, nada mejor que subir a la cima de los 61
metros de altura (140 metros sobre el nivel del mar) de la
Torre Gálata.
Aún quedan cosas que hacer en
Estambul. Además de visitar sus
célebres zocos y mercados (el
Gran Bazar, que ocupa nada menos que ochenta calles; el
Mercado Egipcio
o de las Especias, pleno de colores y aromas; Ortakoy, la parte nueva
del puerto, que los domingos despliega un mercado de artesanía y
antigüedades...), cabe la posibilidad de realizar una excursión en barco
por el Bósforo y contemplar
Estambul desde el mar, o tal vez
disfrutar del relax que ofrecen los famosos baños turcos (hamams). La
combinación de calor seco y húmedo, frío y masajes especializados que
despliegan estos lugares conseguirá que carguemos de nuevo las pilas,
para seguir descubriendo todos los secretos que esta fascinante urbe
guarda en su corazón.