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Gastronomía en Zaragoza

Zaragoza: A la ribera del río Ebro

Comer en Zaragoza: el triunfo de lo genuino

Gastronomía en Zaragoza Si por algo se caracterizan los fogones aragoneses es por una cocina sencilla y sin pretensiones, que ha recibido influencias de áreas como Navarra o La Rioja.

Concretamente, y en un terreno mucho más pragmático, Zaragoza es conocida sobre todo por el popular chilindrón, una salsa a base de tomate y pimiento que suele acompañar carnes como la de pollo. Asimismo, la capital maña también cuenta con otros buques insignia, como los huevos al samorrejo (que no salmorejo) o el bacalao al ajoarriero, una fórmula también muy apreciada por los navarros.Si por algo se caracterizan los fogones aragoneses es por una cocina sencilla y sin pretensiones, que ha recibido influencias de áreas como Navarra o La Rioja. Si por algo se caracterizan los fogones aragoneses es por una cocina sencilla y sin pretensiones, que ha recibido influencias de áreas como Navarra o La Rioja.

En cualquier caso, la cocina zaragozana también se caracteriza por su innegable apego a la carne de cordero. Ésta admite múltiples formas de preparación, ya sea en forma de caldereta o bien recurriendo a la deliciosa menestra de cordero a la pastora, preparada en cazuela de barro. No obstante, el recetario local también hace un hueco a otros tipos de carne, como refleja el ternasco al horno. En el caso del cerdo, no hay que perder de vista las ricas magras de jamón con tomate, el lomo de cerdo a la zaragozana (rebozado con harina y guisado en una cazuela a fuego fuerte) o la inconfundible morcilla de Aragón.

A la hora del postre, el muestrario no es menos generoso: en efecto, el visitante tendrá la opción de disfrutar de las tartas de Daroca, los bizcochos de Calatayud (o Alhama de Aragón), las frutas de Aragón (confitadas y envueltas en chocolate), los melocotones al vino, las tripas de monja, los roscos de Vástago y Nonaspe, las yemas de Sábada y los crespillos o la hoja del cogollo de la borraja —sí, sí, es una verdura— rebozada y recubierta de azúcar. Y por supuesto, sería imposible no referirse a los célebres adoquines. Esto es, caramelos rectangulares de gran tamaño que llevan como envoltorio la imagen de la Pilarica.

Por lo que atañe a los vinos, Zaragoza es una de las principales provincia vinícolas de España. A pesar de que sus caldos carecen del reconocimiento del que gozan los de otras zonas de España, lo cierto es que se trata de unos vinos muy digestivos. Buena muestra de ello son los de Cariñena. En el caso de los tintos, éstos deben criar por lo menos dos años y pasar un mínimo de seis meses en barricas de roble. Son perfectos para acompañar carnes rojas y de caza, así como asados. Los rosados brindan un buen maridaje con el arroz y la pasta, mientras que los blancos (o pajarillas) combinan bien con pescados en salsa y los platos a base de verdura. Finalmente, los rancios y dulces son muy indicados para los postres.

Por otro lado, los vinos Campo de Borja —criados en envases de roble durante un período mínimo de dos años— son ligeros, jóvenes y de graduación moderada. Los tintos son la opción ideal para degustar quesos curados y platos de carne consistentes. A su vez, los rosados van bien con las carnes más ligeras y los pescados azules con salsa. Finalmente, los vinos de Valdejalón y Calataluyd son de menor graduación, frescos y afrutados, aunque no pueden competir con los anteriores ni en sabor ni en prestigio.

Concretamente, y en un terreno mucho más pragmático, Zaragoza es conocida sobre todo por el popular chilindrón, una salsa a base de tomate y pimiento que suele acompañar carnes como la de pollo. Asimismo, la capital maña también cuenta con otros buques insignia, como los huevos al samorrejo (que no salmorejo) o el bacalao al ajoarriero, una fórmula también muy apreciada por los navarros.

En cualquier caso, la cocina zaragozana también se caracteriza por su innegable apego a la carne de cordero. Ésta admite múltiples formas de preparación, ya sea en forma de caldereta o bien recurriendo a la deliciosa menestra de cordero a la pastora, preparada en cazuela de barro. No obstante, el recetario local también hace un hueco a otros tipos de carne, como refleja el ternasco al horno. En el caso del cerdo, no hay que perder de vista las ricas magras de jamón con tomate, el lomo de cerdo a la zaragozana (rebozado con harina y guisado en una cazuela a fuego fuerte) o la inconfundible morcilla de Aragón.

A la hora del postre, el muestrario no es menos generoso: en efecto, el visitante tendrá la opción de disfrutar de las tartas de Daroca, los bizcochos de Calatayud (o Alhama de Aragón), las frutas de Aragón (confitadas y envueltas en chocolate), los melocotones al vino, las tripas de monja, los roscos de Vástago y Nonaspe, las yemas de Sábada y los crespillos o la hoja del cogollo de la borraja —sí, sí, es una verdura— rebozada y recubierta de azúcar. Y por supuesto, sería imposible no referirse a los célebres adoquines. Esto es, caramelos rectangulares de gran tamaño que llevan como envoltorio la imagen de la Pilarica.

Por lo que atañe a los vinos, Zaragoza es una de las principales provincia vinícolas de España. A pesar de que sus caldos carecen del reconocimiento del que gozan los de otras zonas de España, lo cierto es que se trata de unos vinos muy digestivos. Buena muestra de ello son los de Cariñena. En el caso de los tintos, éstos deben criar por lo menos dos años y pasar un mínimo de seis meses en barricas de roble. Son perfectos para acompañar carnes rojas y de caza, así como asados. Los rosados brindan un buen maridaje con el arroz y la pasta, mientras que los blancos (o pajarillas) combinan bien con pescados en salsa y los platos a base de verdura. Finalmente, los rancios y dulces son muy indicados para los postres.

Por otro lado, los vinos Campo de Borja —criados en envases de roble durante un período mínimo de dos años— son ligeros, jóvenes y de graduación moderada. Los tintos son la opción ideal para degustar quesos curados y platos de carne consistentes. A su vez, los rosados van bien con las carnes más ligeras y los pescados azules con salsa. Finalmente, los vinos de Valdejalón y Calataluyd son de menor graduación, frescos y afrutados, aunque no pueden competir con los anteriores ni en sabor ni en prestigio.

En cualquier caso, la cocina zaragozana también se caracteriza por su innegable apego a la carne de cordero. Ésta admite múltiples formas de preparación, ya sea en forma de caldereta o bien recurriendo a la deliciosa menestra de cordero a la pastora, preparada en cazuela de barro. No obstante, el recetario local también hace un hueco a otros tipos de carne, como refleja el ternasco al horno. En el caso del cerdo, no hay que perder de vista las ricas magras de jamón con tomate, el lomo de cerdo a la zaragozana (rebozado con harina y guisado en una cazuela a fuego fuerte) o la inconfundible morcilla de Aragón.<

A la hora del postre, el muestrario no es menos generoso: en efecto, el visitante tendrá la opción de disfrutar de las tartas de Daroca, los bizcochos de Calatayud (o Alhama de Aragón), las frutas de Aragón (confitadas y envueltas en chocolate), los melocotones al vino, las tripas de monja, los roscos de Vástago y Nonaspe, las yemas de Sábada y los crespillos o la hoja del cogollo de la borraja —sí, sí, es una verdura— rebozada y recubierta de azúcar. Y por supuesto, sería imposible no referirse a los célebres adoquines. Esto es, caramelos rectangulares de gran tamaño que llevan como envoltorio la imagen de la Pilarica.

Por lo que atañe a los vinos, Zaragoza es una de las principales provincia vinícolas de España. A pesar de que sus caldos carecen del reconocimiento del que gozan los de otras zonas de España, lo cierto es que se trata de unos vinos muy digestivos. Buena muestra de ello son los de Cariñena. En el caso de los tintos, éstos deben criar por lo menos dos años y pasar un mínimo de seis meses en barricas de roble. Son perfectos para acompañar carnes rojas y de caza, así como asados. Los rosados brindan un buen maridaje con el arroz y la pasta, mientras que los blancos (o pajarillas) combinan bien con pescados en salsa y los platos a base de verdura. Finalmente, los rancios y dulces son muy indicados para los postres.

Por otro lado, los vinos Campo de Borja —criados en envases de roble durante un período mínimo de dos años— son ligeros, jóvenes y de graduación moderada. Los tintos son la opción ideal para degustar quesos curados y platos de carne consistentes. A su vez, los rosados van bien con las carnes más ligeras y los pescados azules con salsa. Finalmente, los vinos de Valdejalón y Calataluyd son de menor graduación, frescos y afrutados, aunque no pueden competir con los anteriores ni en sabor ni en prestigio.
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