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Gastronomía en Costa Azul

Costa Azul: Lujo y belleza junto al Mediterráneo

Comer en la Costa Azul

Gastronomía en Costa Azul A diferencia de la refinada cocina parisina, el recetario de la Costa Azul despliega una sencillez que poco o nada tiene que ver con sus sofisticados veraneantes. De hecho, los ingredientes y las fórmulas de preparación de sus platos son fieles a la simplicidad y a los sabores del mediterráneo. Y es que en ninguna despensa o restaurante se echan en falta productos tan genuinos como el ajo, las aceitunas —sobre todo las del tipo cailletier, que se cultivan en Niza y con las que se elabora la riquísima tapenade— o las aromáticas hierbas provenzales.

De hecho, el aceite de oliva se utiliza hasta la saciedad. Se trata de auténtico oro líquido para cualquier chef local y es la base de la achoïade o bagna cauda, una salsa tibia de anchoas que sirve para acompañar verduras. Asimismo, también se prepara con aceite la grand aïoli, una especialidad típica de la Nochebuena que se sirve junto con verduras crudas, caracoles marinos, bacalao, huevo cocido y patatas hervidas. En cualquier caso, a la hora de referirse a las recetas más populares de la zona, la tradición campesina también reivindica su protagonismo. Buena muestra de ello son propuestas como el mesclun, una ensalada de hojas de diversos vegetales y aderezada con hierbas. El plato de verduras más popular en la Costa Azul es la célebre ratatouille, un pisto de ajo, berenjena, calabacín, cebolla, pimiento, tomate y aceite de oliva. A éste se suman otras genialidades como la caponata, un irresistible estofado de berenjenas con alcaparras y tomates. También son muy tradicionales los tians o flanes de verdura, sin descuidar las alcachofas à la barigoule (rellenas de setas y tocino).

Debido a la situación privilegiada de este rincón de Francia y Mónaco, no es de extrañar que el pescado ocupe un lugar privilegiado en la carta de cualquier restaurante. De todos modos, lo cierto es que fuera de los restaurantes de lujo es complicado disfrutar de la pesca local (en la mayoría de casos, las materias primas proceden de los puertos franceses del Atlántico). Entre las especies más consumidas, se cuentan el loup o daurade (dorada), el rouget (salmonete), el saint-pierre (pez de San Pedro) y el thon (atún). La sopa bullabesa, típica de Marsella, se toma con asiduidad, así como los moules (mejillones), muy típicos en Bormes-les-Mimosas, Cavalaire y Le Lavandou.

Por otro lado, si se visita Niza, no hay que dejar de disfrutar de la pissaladière, una pizza de hojaldre con anchoas, tomate triturado, cebolla, huevo y olivas. Igualmente, merecen una especial atención la soupe al pistou, una sopa fría de verduras muy consumida en verano; las no menos apetitosas salsas à la niçoise, que se preparan con tomate y aceitunas negras; los petits farcis, verduras y hortalizas rellenas; la tourte de blettes, elaboradas con acelgas, o el pan bagnat, un bocadillo de anchoas, tomate y alcaparras y aceite de oliva. A su vez, también se aconseja probar la stocaficada o bacalao salado, que en Cannes recibe el nombre de stockfisch y en Mónaco, de stocafi.

Y por supuesto, habría que reseñar los ñoquis y los ravioles, reivindicados como propios por Niza y herencia de su pasado italiano (no hay que perder de vista que los nizardos son franceses desde hace tan sólo un siglo y medio).

A la hora del postre, se recomienda disfrutar de la tarta de limón merengada de Menton, elaborada con fruta local, y los quesos rústicos de leche de vaca de Mercantour, o bien los de cabra del Massif de Maures. En cuanto a las bebidas alcohólicas, conviene mencionar los exquisitos vinos de Ballet.
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