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Qué visitar en Islas Griegas

Islas Griegas: El tesoro del Mediterráneo

Qué hacer en las Islas Griegas

Qué visitar en Islas Griegas Dado que es imposible incluir en estas líneas las numerosísimas islas que forman parte del Estado griego, aquí se indican las principales características de las más interesantes o visitadas.

  • Andros

Conocida como la isla de los armadores y dividida por un amplio valle, se trata de una las islas Cícladas más cercanas a Atenas y la segunda mayor de este archipiélago. Debido a la riqueza de sus habitantes, los lugareños no necesitan explotar todo el potencial turístico de Andros, lo que explica sus limitadas infraestructuras y la escasa afluencia de turistas. En cualquier caso, conviene tener presente las montañas cercanas se hallan los famosos manantiales de Sariza, cuyas aguas son famosas por sus propiedades medicinales. Del mismo modo, también merece una especial atención su abundante vegetación, que contrasta con la aridez de otras Cícladas. Sus principales localidades son Gavrio, que alberga el puerto principal de la isla y que alberga una interesante construcción helenística (la torre de San Pedro); Batsí, que recientemente ha comenzado a sacar partido de su potencial como destino vacacional, y Hora, la más hermosa de las tres, erigida sobre una península.

  • Corfú

Se despliega en el extremo norte de las islas Jónicas, frente a las costas de Albania. Además de ser el territorio más importante de este archipiélago —y el más visitado—, ofrece un paisaje muy diferente al del resto de las islas. Qué decir de sus aguas cristalinas, que corren entre grutas y acantilados salpicados de bosques de pinos. Consolidada en el pasado como uno de los centros más selectos del turismo europeo, Corfú es hoy un destino vacacional al alcance de casi todos los bolsillos. Su principal foco de interés es su capital: la ciudad de Corfú, situada a tan sólo 3 km del aeropuerto. En ella, no hay que dejar de visitar Platia, una gran explanada que en el pasado desempeñó funciones defensivas y que hoy es el escenario de incontables partidas de críquet; el suntuoso Palacio Real, la ciudadela veneciana, la iglesia de San Espiridión (patrón de la isla) y el Museo Arqueológico. No muy lejos de allí, se halla la seductora población de Benitsés, una aldea pesquera emplazada al sur de la isla y de gran interés turístico. Otro tanto ocurre con el Akhilllion, la lujosa residencia construida por orden de la emperatriz austríaca Sissí. Su jardín está presidido por una gigantesca estatua de Aquiles. Por supuesto, Corfú también tiene un rincón que hará las delicias de los amantes del sol y el mar: la playa de Paleokastritsa, sita el oeste de la isla y convertida en uno de los principales reclamos corfiotas. Finalmente, en un pequeño islote anejo a Corfú, se alza el monasterio de Panghia Vlachemon, también de visita obligada.

  • Creta

Se trata de la mayor y la más meridional las islas griegas, así como la más poblada (tiene 624.000 habitantes). Su geografía es atípica: una gran cordillera transversal la divide en dos vertientes, lo que da pie a una gran diversidad paisajística. En todo caso, el gran activo de Creta es su denso pasado, que se remonta casi 5.000 años atrás. En otras palabras, esta isla de 255 km de longitud ha sido testigo del nacimiento de la civilización minoica, que sentaría las bases del mundo occidental tal como hoy lo conocemos. Por todos estos factores, Creta es un destino turístico de primer orden. Y está totalmente preparada para ello: desde algunas de las principales ciudades españolas se puede volar hasta el aeropuerto de la capital insular, Heraclion, mientras que desde otros países se puede llegar a los otros dos aeropuertos de la isla, situados en Haniá y Sítia. Heraclion descuella por su apariencia de ciudad fortificada. El centro de animación ciudadana es la plaza de Nikiforou Phoca, embellecida con la fuente de Morosini. Otro reclamo de interés es la iglesia de Agios Minas, que encierra en su interior bellos iconos. Lo mismo ocurre con el Museo de Historia y Museo Arqueológico, en los que se custodian valiosísimas piezas minoicas. No obstante, el buque insignia de Creta es el soberbio palacio de Cnossos, ubicado a 5 km de la capital. Se trata de una construcción minoica erigida ca. 1800 a.C. y de 10.000 m2, que comprendía más de 1.000 estancias. Sin embargo, tampoco hay que dejar en el tintero el yacimiento de Phaestos; Gortyna, capital de la Creta romana, o Psykhro, en la que se localiza la gruta en la que, según los Himnos, nació Zeus. Si hay tiempo, conviene acercarse a la ya mencionada Sítia —con un pintoresco puerto dominado por una fortaleza veneciana—, al monasterio de Arkadiou y a Réthimno, una interesante localidad portuaria. Como broche final, conviene dedicar un tiempo a la sobrecogedora garganta de Samaria, la más alta de Europa y rodeada de un paraje de incomparable belleza.

  • Delos

Esta pequeña isla, habitada desde el tercer milenio a.C. y situada a tan sólo 40 minutos en barco desde Míkonos, alberga las ruinas de una importante ciudad de la Antigüedad. De acuerdo con la mitología clásica, fue aquí donde Leto dio a luz a los hijos que había concebido con Zeus: Ártemis y Apolo. Desde los tiempos del culto a éste último (en el 1000 a.C.) hasta el saqueo del siglo I d.C., Delfos fue un próspero centro cultural y religioso. De ahí que sus ruinas, entre las que se cuenta un imponente teatro, fueran declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1990.

  • Egina

Dentro de las islas Argosarónicas, ésta es la más cercana a la Grecia continental, lo que explica la presencia de visitantes atenienses durante todo el año. Sin olvidar sus concurridas playas, este territorio descuella por el magnífico y excelentemente conservado templo de Afaia (o Afea), que se halla a tan sólo 12 km de la capital isleña. En relación a esta ciudad —que comparte nombre con la isla—, no hay que dejar de visitar Pirgos tou Markelou, la torre que dio cabida a la sede del gobierno griego cuando Égina era la capital del país. Y por supuesto, se recomienda degustar sus riquísimos pistachos.

  • Ítaca

Situada en las islas Jónicas y al noreste de Cefalonia, Ítaca es mundialmente conocida por ser la patria de Ulises, a pesar de que muchos opinan que este honor corresponde a Léucade. Con una superficie equivalente a la de la ciudad de Barcelona, este territorio destaca por su montañosa orografía y por dar cabida a numerosos golfos, como el de Molos, en el área central de las islas. Los aficionados a la historia harán bien descubriendo los restos micénicos que se custodian en el pequeño Museo Arqueológico de la capital insular, Vathí. Del mismo modo, en lo alto del monte Aetos, se distinguen los restos de un antiguo poblado medieval, conocido como castillo de Ulises. Tampoco hay que perderse la cueva de las Ninfas, donde Ulises ocultó los regalos con los que le habían obsequiado los feacios. A pesar de que Ítaca cuenta con una buena infraestructura turística, ésta no llega al nivel del resto de las islas Jónicas, lo que lo convierte en la opción perfecta para unas vacaciones diferentes y mucho más sosegadas.

  • Kíos (Híos o Quíos)

Ubicada a 8 km de Turquía, Kíos es una de las islas más completas del Egeo, ya que reúne todos los alicientes para embelesar al viajero. A saber: cautivadoras playas, parajes naturales llenos de encanto y, al mismo tiempo, alguna de las poblaciones más pintorescas y fotogénicas del país. Conocida desde antaño, el comercio de la resina de almáciga en la zona sur durante el medioevo dio un gran impulso a la isla. Hoy, a pesar de sus encantos, sigue ajena al turismo de masas, gracias al empeño de sus habitantes por preservar su esencia. Su mayor reclamo es el monasterio bizantino de Néa Moní. Situado en el centro de Kíos, exhibe interesantes mosaicos que se salvaron del terremoto de 1881. Además, también se pueden realizar excursiones de un día a las cercanas islas de Psará e Inouses, e incluso, recalar en las costas de Asia Menor.

  • Kos

La segunda mayor isla del Dodecaneso no sólo destaca por su ingente oferta de ocio nocturno, sino también por dar cabida a uno de los principales yacimientos arqueológicos de este grupo de islas del Dodecaneso: el Asklepeíon, un centro de reposo construido tras la muerte de Hipócrates (460-375 d.C.), considerado como el padre de la medicina moderna. En la capital insular, la ciudad de Kos, hay que prestar una atención especial al castillo de los Caballeros de la Orden San Juan, la antigua ágora, el plátano de Hipócrates —la leyenda afirma que fue plantado por el célebre médico, aunque el árbol que hoy se conserva no pasa de los 500 años de antigüedad— los restos romanos y el Museo Arqueológico. Por supuesto, vale la pena disfrutar de pueblos tan tradicionales como Asfendíou; de centros turísticos convertidos en un templo de ocio para los jóvenes, como Kardámaina, o de las hermosas playas cercanas a Kamári, como playa Paradise.

  • Limnos (Lemnos)

Próxima a Macedonia, se trata de una de las islas más hermosas del norte del Egeo. Poseedora de 260 km de costa y poco más de 18.000 habitantes, se erige como una alternativa inmejorable para disfrutar de unas vacaciones de ensueño. Considerada como la patria de Héfesto, uno de los hijos ilegítimos de Zeus, Limnos alberga las ruinas de la antigua Hefestia. Además, en su sector oriental, se ha excavado una ciudad próxima a la aldea de Kaminia, que ha sido bautizada como Poliochni. Por su extraordinaria antigüedad (fue construida ca. el año 3000 a.C.) podría tratarse de la ciudad más antigua de Europa.

  • Míkonos

Esta isla, perteneciente a la provincia de las Cícladas, es una de las más cosmopolitas y elegantes del territorio heleno, así como una de las más visitadas. A pesar de que Míkonos se ha consolidado en los últimos años como uno de los principales destinos del turismo gay y un importante centro de ocio nocturno, en esta archiconocida isla también hay cabida para unas vacaciones apacibles. De hecho, pasear por el dédalo de callejuelas que albergan sus poblaciones es un auténtico regalo para los sentidos. Otro tanto ocurre con sus numerosas playas y, por supuesto, con las ruinas de la vecina isla de Delos, cuyos restos arqueológicos no deben dejar de admirarse.

  • Nísiros

Cercana a Kos, es junto con Milos y Santorini una de las islas volcánicas del Egeo. Precisamente, su actividad sísmica a lo largo de los siglos explica la riqueza de su suelo, su abundante vegetación y sus manantiales de agua termal, que la convierten en un caso excepcional dentro de las islas del Dodecaneso. Sin duda, sus principales alicientes son su volcán —sito en el centro de la isla— y su hermosa capital, Mandraki, en la que los Caballeros de la Orden de San Juan erigieron en el siglo XIV una de sus fortalezas. Junto a ella, se localiza el monasterio de tis Payanías tis Spilianís (o de la Virgen de la Cueva). Otros atractivos que merece la pena descubrir son el Museo de Arte Popular y las ruinas de Paléokastro, así como las poblaciones de Loutrá, Pali, Emoriós, Avlaki o Nikiá. Aunque Nísiros no destaca especialmente por sus playas, hay donde tomar un baño y disfrutar del sol, como la solitaria playa de Pahiá Amos.

  • Patmos

Fue en esta pequeña isla —de tan sólo 12 km de longitud— donde San Juan escribió el Apocalipsis. Siglos después, Patmos se convirtió en una especie de isla-estado gobernada por monjes, que aún continúan teniendo presencia en la zona. En la actualidad, es una parada obligada para un buen número de cruceros. Uno de sus platos fuertes, el Moní tou Agíou Ioanni Theologou (monasterio de San Juan), sigue recibiendo la visita de numerosos peregrinos, deseosos de descubrir su magnífico conjunto fortificado de iglesias y patios. Del mismo modo, tomando la cercana carretera que va a Skala (el puerto principal de la isla), se puede visitar la gruta en la que se dice que San Juan recibió las revelaciones divinas para escribir el Apocalipsis. En las inmediaciones, también es posible contemplar otro monasterio. En cuanto a las playas, Grikos, Psilí Amos, Agriolivados, Kambos y Moloi se cuentan entre las más frecuentadas.

  • Rodas

Es la mayor y la más meridional de las islas del Dodecaneso, y destaca por sus paisaje verdes, coloreados delicadamente por valles de pinos y cipreses. Mundialmente conocida por haber albergado en el pasado el célebre Coloso —una estatua situada en el puerto y considerada como una de las Siete Maravillas de la Antigüedad—, Rodas es hoy una oportunidad única para sumergirse en la historia del Mediterráneo. Una buena opción para empezar a conocerla es callejear por el casco antiguo de la capital. En él se halla un recinto medieval circundado por una muralla erigida por los Caballeros de la Orden de San Juan. Sus rincones evocan las construcciones góticas de la Provenza y de Aragón, lo que hace de la isla un enclave desligado de la arquitectura griega tradicional. Si es posible, conviene acercarse hasta el Museo Arqueológico, el Museo de las Artes Decorativas, el palacio de los Grandes Maestres (destruido por una explosión en 1856), sus mezquitas o sus baños turcos. En las inmediaciones, merece la pena dedicar un tiempo al monte de San Esteban y a las localidades de Ialisos y Camiros, esta última con restos de un templo dedicado a Atenea y Zeus. Y en Lindos, a 65 km de la ciudad de Rodas, se yerguen los restos del templo de Atenea Lindia. Por supuesto, la isla cuenta con muchas y muy buenas playas.

  • Samos

Enmarcada en el noreste del Egeo, esta isla de menos de 34.000 habitantes es internacionalmente famosa por su vino dulce y por ser la cuna de uno de los filósofos griegos más influyentes de la historia: Pitágoras. A su vez, Samos es la más montañosa de las islas de la zona, lo que la convierte en la opción perfecta para los amantes de la naturaleza. Su exuberante vegetación, sus ríos y una impresionante cascada atesoran todos los ingredientes para una jornada dedicada al senderismo. En cualquier caso, Samos no adolece de tesoros históricos. Buena muestra de ello es el santuario de Hera, que se cuenta entre los sitios arqueológicos más importantes del país. Del mismo modo, la isla también ofrece al turista interesantes playas donde disfrutar del sol y el mar. Dado que las costas turcas se hallan a menos de 1 km, la presencia militar en la zona es intensa, aunque de ningún modo perturba la apacible atmósfera de Samos.

  • Santorini (Thíra)

Este territorio da cabida a la más meridional de las islas de las Cícladas. Podría afirmarse sin rubor que quizás sea la más pintoresca y emblemática de las islas griegas y, por supuesto, un lugar que no admite comparación con ningún otro rincón del planeta. Las razones saltan a la vista: sus encantadores pueblos costeros construidos sobre acantilados, su paisaje volcánico, sus playas de arena negra y roja y uno de los recintos arqueológicos más importantes de todo el país: Akrotiri, una población que, como Pompeya, fue sepultada por la lava en el siglo XVI a.C.

  • Skópelos

A pesar de que sus playas no se cuentan entre las más espectaculares de Grecia, dos terceras partes de la superficie de esta pequeña y abrupta isla están cubiertas de bosque, lo que explica su magnífico paisaje y el incremento de visitantes en los últimos años. Una de las visitas obligadas de la bella capital de Skópelos, Hora, se despliega desde lo alto de un kástro hasta el mar. Tanto ésta como la segunda mayor población insular, Glossa, constituyen dos enclaves perfectos para disfrutar de un agradable paseo o saborear un café en el puerto. Asimismo, resulta obligado comprar alguna pieza de cerámica hecha a mano, una tradición artesana que goza de una bien merecida fama.
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